La observación, una forma de estar presente

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Llevaba tiempo rondando en mi cabeza el tema de la observación y la pedagogía de la escucha. Muchas veces me encontraba en mi trabajo justificando esos momentos de quietud y observación del juego de niños y niñas.

No sabía como transmitir esa idea de «estoy trabajando» aunque parezca que no hago nada. Y es que no siempre hay que estar moviéndose, haciendo, hablando, ordenando… A veces son necesarios esos momentos tranquilos para conectar, para profundizar en la relación y la comprensión de lo que está sucediendo.

Es por esto que quise invitar a Gisela Colell, asesora de centros y equipos educativos en Cataluña y formadora del curso La Documentación Pedagógica de nuestra Aula Virtual Transforma-te, para que te contara desde su propia experiencia qué es necesario para entrar en ese estado de observación y cómo transformarlo en una pieza indispensable en tu relación diaria con la infancia.

¡Aquí te dejo con ella!

¿Qué vas a encontrar en este post?

El estado de observación

Estuvimos hablando con Nerea sobre observación, a raíz del curso inaugural de Documentación, y me propuso escribir un articulo que no fuera teórico sino un tanto personal, que resultara cercano y valioso.

Así que he estado pensando en ello y me he dado cuenta de que si escucho mi “estar”, cuando me dispongo a observar la actividad infantil entro un “estado” concreto, una forma de ser, de estar.  Para poder explicar este “estar” me vienen algunos conceptos en mente, el primero sería ‘actitud curiosa’, el segundo ‘dejar que lo estético entre’ y el último ‘corporalidad implicada’.

Creo estos conceptos elaborados por mi misma para salir de los titulares típicos de “presencia”, “belleza” o “con todos los sentidos”. Ya que son aspectos que considero tan i tan necesarios en la observación que son para mi implícitos y quisiera poder transmitirte algo con más profundidad.

Condiciones para el estado de observación

Antes de continuar, quería dejarte claro algo que sucede a menudo a las formaciones en escuelas cuando hablamos de la observación y es que se mitifica la presencia de forma que, malentendido, se convierte en “el maestro que abandona su rol y se dedica a mirar sin interferir como si fuera un robot”. También entendemos que la suave línea entre intervenir, interferir u observar es dudosa ya que ‘sólo’ observando ya intervenimos, como te contaré más a bajo. Y nada está bien ni mal, es así; a veces podemos entrar en el estado de observación, a veces no podemos o incluso no es necesario y nuestras acciones deben de ser otras.

Para encontrar el estado de observación el cual comentaba antes debe de haber unas condiciones determinadas. Podría hablar de varias de ellas, desde la predisposición personal y conocimiento propio, a las externas como horarios y objetivos adecuados y flexibles, actividad autónoma y vínculo con los alumnos. Éste es un trabajo que hacemos en los asesoramientos pero ahora me gustaría hablar del estado en sí, cuando ya tenemos estas condiciones a nuestro favor.

1. Actitud curiosa

El primer elemento que me sale cuando entro en el estado de observar tiene que ver con algo interno, del fluir y es esta actitud de dejarme sorprender, de saber que voy a descubrir alguna cosa interesante de las/os niñas /os presentes, de su juego o  de sus procesos de aprendizaje. Si fuera con la idea prefijada de “sólo están jugando”, “siempre hacen lo mismo” o cualquier juicio de este tipo realmente no vería nada valioso.

Esto requiere cierta presencia y mucha humildad incluso con aquellos que ya conozco mucho y me parece que ya se cómo actuarán y qué harán. Si lo miro todo como si fuera el primer día que viera sus manos, sus ojos, su acciones, escuchara su voz, no dejarían de sorprenderme.

Te voy a contar una experiencia personal a modo de ejemplo. Estaba trabajando en una escuela en Inglaterra y la experiencia era toda maravillosa, excepto algo que me tenía muy preocupada. Un niño que despuntaba rasgos autistas. Yo sólo veía sus repetitivos movimientos y sonidos, sin cesar, y sin prestar atención a cualquier otra cosa de su alrededor, totalmente ensimismado en su juego básico, poco desarrollado o entendedor. Día tras día. Vinieron a visitarnos una escuela amiga de la India, y Tanu, una maestra con mucho corazón y experiencia, después de estar observando una mañana, me recomendó mirarle sin más, quitando la experiencia que tenía acumulada de él, todo lo que me habían contado de antes. Me parecía imposible hacerlo pero lo intenté y sucedió…

Sucedió que empecé a ver matices en sus acciones, riqueza en su interior, un espacio de juego y conexión entre él y yo, y milagrosamente empezó a abrirse, a interesarse más por lo que le rodeaba. Tenía las mismas dificultades pero podía acompañarle y ya no me relacionaba con él desde la preocupación.

2. Dejar que lo estético entre

De acuerdo con los partidarios a que lo meramente estético por si solo no trae ningún contenido interesante al aprendizaje, hay algo en esta forma de estar y observar, sin embargo, que es bello.

Cuando entro en este estado, conecto la belleza de mi interior (todas y todos la tenemos, aunque a veces la olvidamos) con la del exterior.  Y empiezo a ver una luz bonita, materiales sugerentes, espacios acogedores, acciones o gestos maravillosos, un tiempo cósmico, palabras interesantes, procesos increíbles, formas de aprender y de hacer nuevas, y todo cuadra dentro de un marco estético que es la infancia y su cultura, su sentido, su vida y forma de aprender.

Escola Collaso i Gil (Barcelona)

Para esto, aunque muchos no lo crean cuando lo cuento, me ha ayudado mucho la cámara de hacer fotos, con el sentido de Documentar, que es algo más profundo para abarcar en este post. Te invito a leer el artículo La Documentación como herramienta de cambio o descubrir más a través de la formación La Documentación Pedagógica que realizo en la nueva Aula virtual Transforma-te.  

Cuando entro en este estado la cámara no dificulta ni la presencia, ni la actividad, ni el vínculo. Si la sabes manejar a propósito, a mi me ayuda a encontrar “este estético” del que hablo, y a través de su objetivo dejo que entre lo estético de fuera hacia dentro. Es un regalo maravilloso.

Esta idea de que de una foto no sale “la realidad objetiva” como en lo que perciben nuestros ojos tampoco, la he experimentado muchas veces personalmente y dando formación de documentación pedagógica también. Sólo aquello que tenemos dentro podemos verlo fuera, sea por lo bueno o por lo malo.

Y algo que apoya mi experiencia es la mirada de Jiddu Krishnamurti que decía “el observador es observado”. Por esto pongo énfasis en conocerse uno mismo para ver, observar, y luego “dejar entrar” aquello que vemos. ‘Solo’ observando ya estamos dando contenido a lo observado, ya intervinimos de alguna forma.

3. Corporalidad implicada

Ya se ha escrito y hablado mucho de la filosofía del observar; si aún estás en un estado inicial, como yo, y has intentado entenderlo desde la razón, te diría que intentes implicar tu cuerpo en la observación. Y veas que te sucede. No estamos acostumbrados a implicar el cuerpo en nada de lo que hacemos y así solemos crear la escuela también, en la qué solo el cerebro cognitivo importa.

Me doy cuenta de que cuando estoy observando, todo mi cuerpo (incluso más allá de todos los sentidos) está implicado. No sólo una implicación como del que está “trabajando” sino una implicación que genera cierto bienestar (¡ah!, otro estado que no nos permitimos en la escuela). Además me doy cuenta de que si sólo utilizo mis ojos, no veo realmente.

Cuando entro en este estado, observo con el tacto, con las emociones, con el batido del corazón, con la respiración de mis pulmones, con mi posición corporal, con toda la vida que hay dentro del cuerpo. Así es también una forma de reconocer la vida de los niños y la niñas, ellos también están aprendiendo con el tacto, al lado de sus emociones, batiéndoles el corazón y respirando con los pulmones. Es que al final, al final de todo, observar, estar, relacionarse, aprender, vivir, todo es lo mismo ¿verdad?

Un ejemplo que me viene en mente para resumir éste capítulo es la mini historia que Flavia Company escribe al camino de vida de Haru, su personaje, que recomiendo con fervor a todos los educadores/as.

Cuenta que se encuentran un hombre ciego y un maestro. El maestro le dice “veo a un buen hombre que no puede ver que es un buen hombre porqué se piensa que para verlo necesita mirarse. Déjame que yo sea tus ojos y sé tu mi bondad, haremos el camino juntos”, añadió el maestro. Cuando el maestro estaba a punto de morir en brazos del hombre ciego, éste le dijo “veo a un buen hombre que no ha pensado que era un buen hombre porqué se ha dedicado a hacer ver a los demás su bondad.”

Así que, puedes intentar reconocer tu bondad, mirar con todo tu cuerpo, dejar que entre lo estético, dejarte sorprender con tu actitud curiosa… y todos los ingredientes del estado de la observación que hay en ti se estarán cocinando.

Estos son mis ingredientes, quizá para ti contenga otros conceptos, otras maneras a las mías, pero de lo que estoy segura es de que sea como sea, tu observación consciente será beneficiosa para la infancia ¡Qué gozada!

Y ahora, cuéntame tú ¿Has entrado alguna vez en ese estado de observación? ?¿Cómo lo has vivido? ¿Cómo ha cambiado tu interacción o trabajo con la infancia?¿Qué es lo que más te cuesta para entrar en ese estado?

¡Te leo en los comentarios!

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ACERCA DEL AUTOR/A DE ESTE ARTÍCULO

Mi experiencia personal con la observación parte de la curiosidad por aprender desde muy pequeña (como capacidad habitual de todos los/as niños/as), y continúa, poniéndole palabras y dándole una forma profesional estudiando educación infantil y primaria, trabajando en escuelas en Cataluña y el extranjero, ofreciendo talleres infantiles, y haciendo mucho trabajo personal para conocerme más a mi misma. En la actualidad sigo desarrollándome en este área como asesora de centros y equipos educativos. Puedes ver más en mi web o
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